Una batalla, no hace la guerra



Ando desorientado. A ver si usted me ayuda a descubrir cuál es la verdadera Sinfónica: esa que hacía casi un mes no ganaba, que sólo sabía de amarillas, expulsados, fair-play y trompadas, y que hasta el viernes anterior dependía de un partido antes que todo se desmorone. O es esta que el sábado jugó el partido perfecto, goleando como antes, sin recibir goles y con un 10 felicitado en conducta, yéndose por primera vez en el año, y en mucho tiempo, sin ver ningún cartón amarillo... ¿Cuál es? ¿De qué equipo soy hincha? ¿O es todo junto?
La Sinfo es todo eso y mucho más. Te hace reír, y al otro día es una lágrima, pero quizás en 15 días vuelva a sacarte una carcajada. En este sube y baja emocional y colectivo, más que nunca hay que mantener cautela. Los laureles no están hechos para dormirse y si bien el sábado se jugó el partido ideal, se bajó categóricamente al puntero y nos puso al mando del torneo, los partidos que vienen son los más difíciles para enfrentar. ¿Por qué? Porque justamente La Sinfónica es una caja de sorpresas y su historia marca que siempre se agranda en las difíciles pero subestima esas situaciones en las que se considera superior. Mucho más en este torneo en el que todos se ganan y las posiciones no indican ciertamente los potenciales de cada equipo. Lo marca la historia: cuando La Sinfo va de punto, gana, gusta, pelea, muestra personalidad y se enfrenta a cualquiera que se le ponga enfrente como esos petisos borrachos que patotean al urso de la seguridad del boliche. Pasó en el primer partido en la máxima categoría, en el que enfrentó a La Vecchia Signora, quintuple campeón, y lo goleó sin despeinarse metiéndole seis para sorpresa de todos. Pasó también frente a Shithead, que peleando el torneo, se chocó con una Sinfo que navegaba por mitad de tabla pero que no tuvo piedad para embocarle ¡8! al campeón defensor. Pasó en esa recordada promoción, en el que los números no cerraban por ningún lado y el celeste salió a la cancha obligado a ganar por nueve tantos de diferencia y terminó ganando por diferencia de once. Pero cuando La Sinfo va de banca... esa es otra historia, y para qué vamos a levantar la alfombra a ventilar esas derrotas que aún duelen. Lo cierto es que La Sinfónica tiene por delante dos partidos bravos, de los que le cuesta y mucho. La resaca emocional de haber ganado la finalísima del sábado no debe repercutir en el siguiente escollo. 

La guerra aún no está ganada, la Infantería enemiga aún azota, todavía se la huele. La batalla del sábado fue un paso más para que todo termine como queremos, pero la bandera blanca de la rendición del resto todavía está lejos. Celebremos el triunfo, el buen juego, la punta... Pero no más. Ahora es momento de agachar la cabeza de nuevo, de sacarse el barro de las botas, mojar los labios con las gotas que quedaron en la cantimplora y seguir luchando. Arriba Sinfo, que todavía hay dos trincheras por derribar.


Uno x uno

- Pablo Pittera: Las pocas veces que lo exigieron respondió con altura y muy bien de arriba. Gracias a una salida rápida suya nace el gol de Carrasco. Un 10 en actitud, no se quiso perder este partido pese a que arrastra una molestia desde varios días.

- Facundo March: Que termine el partido sin ninguna realizar ninguna protesta fue la vara que demostró lo metido que estaba él y el equipo. Se dedicó sólo a jugar y así fue su rendimiento: no lo pasaron en todo el partido, obligando al rival a patear de larga distancia. A mantener esa conducta...

- Guillermo Casal: Correcto partido. Siempre fue salida, y cuando fue al ataque ganó más de lo que perdió. Salió lesionado pero reingresó y mantuvo el nivel. Es el más regular de los últimos dos años. Aplausos para las palabras ejemplares y motivadoras que les dijo a su compañeros ante semejante partido. El gran capitán.

- Ignacio Alvarez Pizzo: Impasable por su andarivel. Resuelta su situación disciplinaria, rindió de manera muy aceptable. Le faltó decisión a la hora de atacar. Salió cansando.

- Juan Anziano: Se sigue superando, y parece no tener tope, superando a su mejor versión allá por 2009. Se comió la cancha, metió y jugó. Nos hizo olvidar a Cristian Torres, con todo lo que eso implica.

- Federico Canteli: Confirmo su levantada y ahora sí podemos decir que volvió el Canteli que todos queremos. Mojó (el primer gol, el más importante) a lo goleador, y para destacar, ¡ahora marca! Pese a  no estar acostumbrado, no lo hace mal. Bien por el Pájaro.

- Nicolás Quintana: La figura. Un tanque, dos goles (el segundo, un golazo), y un señorito inglés para no entrar en le juego rival. Cada vez que fue para adelante ganó todas. Se lo nota confianza y lo demuestra a la hora de pedir patear los tiros libres. Un crack por donde se lo mire y el mejor jugador del torneo.

- Ramón Ródenas: Entró sabiendo cómo se debe jugar estos partidos. Su actuación era una incógnita luego de ausentarse dos fechas seguidas. Daud lo metió de doble cinco para jugar con Anziano y con Carrasco y respondió a la altura. Nunca se complicó y trató de jugar siempre. Gran definición para liquidar el partido.

- Juan Carrasco: Acierto del técnico. Con un rival jugado al ataque en busca del milagro, lo puso al Chipi para aprovechar los espacios y cerrar el partido. Y así fue. Jugando como mediocampista central,  se corrió todo y hasta clavó un golazo, gracias a una avivada del Rasta. Volvió un jugador clave, ¿y para quedarse?

- Agustín Manfredi: Lo dejo todo, ¡hasta el hombro! Si hay algo que no se puede discutir a Manfredi como ya lo mencionamos anteriormente en estas notas es la entrega. Así fue hasta que el hombro le dijo basta. ¡Fuerza Pitu!

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